domingo, 29 de noviembre de 2015

DE LA CANCHA AL NAPROXENO



Para cuando culmine esta fiesta del naproxeno y del diclofenaco -dentro de unos pocos minutos- nuevamente estaré roto; partido...

Y es que este dolor de costillas rotas no pueden mantenerlo calmo ni siquiera los mejores analgésicos acompañados con tres copas de ron.

Esta molestia es insufrible y paralizante, mucho más que un dolor de muelas.
Pero ya está hecho y no hay vuelta de hoja. Cuando repaso en mi mente como sucedieron las cosas, voy comprendiendo que esta lesión era inevitable:

Fue el jueves de la semana pasada, por la noche, cuando nuestro equipo de futbol "Servicio Las Palmas" se presentó en la cancha de futbol 7, en Jiutepec.
Para empezar, el pasto no era sintético, la hierba estaba muy crecida sobre un piso muy disparejo con muchos hoyos ¡El terreno de juego estaba fatal! Y para peor, nuestro equipo apenas se completaba; éramos justo siete jugadores sin posibilidad de cambio o descanso alguno; considerando también que no llegó a esta cita nuestro portero titular, el panorama no era óptimo.

Nuestros rivales -el equipo de "Tecno industrias"- ya estaban esperándonos calentando en la cancha. Su porra - de aproximadamente cuarenta personas- ya tenían su propia fiesta en las gradas. En contraste, nosotros por ser visitantes llevábamos apenas cuatro escasos pero fieles seguidores.

El juego comenzó sin contratiempos, inicié en la media cancha tratando de ayudar más en la defensa que en el ataque, me multiplicaba por toda esa zona del campo: cubría espacios, ayudaba en la marca, recuperaba balones y los proyectaba hacia el frente...No íbamos tan mal, hasta que el primer tiro de larga distancia de ellos se coló entre las manos de nuestro portero provisional " El babis"; que no sujetó la bola, el disparo no iba tan fuerte ni colocado y así cayó el primer gol en contra.
Se reanudó el juego con nuestro saque de la media cancha, toqué el balón para Rafa, que por alguna razón se hizo un nudo con sus propios pies y cayó al suelo. Nos agarraron mal parados al contragolpe, hice un sprint desde la media tratando de cubrir la lateral derecha, me barrí impetuosamente para impedir que mandaran el centro, sentí que algo se rompió en la zona posterior de mi muslo derecho y escuché claramente como algo dentro de él, tronó.
No pude evitar ese pase al centro de nuestra área, nuestro portero no  hizo nada para salir a cortarlo y así fue como cayó el segundo gol de ellos. El júbilo de la porra rival se desbordó en la tribuna, saltaban de gusto, hacían fiesta, solicitaban más cartones de cervezas... Apenas corría el minuto doce de la primera parte y ya se presagiaba una verdadera paliza en contra de nosotros.

Adolorido, sin poder flexionar de manera firme mi pierna lesionada, le pedí a "El babis" los guantes y el suéter de portero, lo mandé a la media cancha y me dispuse a defender nuestro arco. Los siguiente minutos fueron incesantes, un bombardeo en nuestra portería. saqué mis mejores dotes de portero: Atajadones por aquí, atajadones inverosímiles por allá, el partido subió de emoción, goles cantados que yo lograba contener o rechazar una y otra vez. La grada estaba exaltada, algunos incluso, gritaban eufóricos ¡Portero, portero!

En la última jugada del primer tiempo, por enésima vez le ganaron las espaldas a Martínez. me dejaron en otro mano a mano con el delantero rival -que esta vez no hizo un buen control de balón y se le alargó demasiado- salí a taparlo, me lancé de frente sobre mi costado derecho, anticipándome capturé la pelota, solo que inmediatamente a ello, el delantero rival se barrió a destiempo de manera brutal con los tacos por delante, y toda la fuerza desmedida de su artera entrada encontró mi costilla derecha ¡Ni siquiera atinó a tocar el balón! El árbitro pitó la falta, yo me revolcaba de dolor sobre el pasto y se calmó el ruido en la tribuna.

Mis compañeros reaccionaron enérgicos contra el infractor y contra el árbitro, quien de manera desproporcionada juzgó muy mal la jugada y solamente le mostró al agresor la tarjeta amarilla -en todos lados siempre pesa la localía- 
No recuerdo quién me ayudó a levantarme, durante unos segundos mi visión fue borrosa...Me preguntaban preocupados si me sentía bien, si podía continuar. Mi lesión de la pierna pasó a segundo término. ese daño en mis costillas era en verdad supremo.

A esta edad, cuando juego, aún me emociono exactamente igual que cuando era un niño, y los gritos de cuarenta y cuatro personas en las gradas me parecen el orfeón de treinta mil fanáticos en un espectacular estadio.
En cámara lenta recreo en mi mente las buenas jugadas, esas que me hacen sentir como un héroe; me transformo en un crack anónimo, un futbolista alejado de los reflectores que no graba comerciales para una marca de cereal, pero que cuando patea un balón lo hace siempre con una alegría incomparable. Así que a pesar del dolor, decidí absurda e irresponsablemente continuar en la cancha. Para mi fortuna el árbitro dio por terminado el primer tiempo, eso me dio la oportunidad de tomar un respiro.

Durante el descanso la porra rival me mandó un par de cervezas, como para que me reanimara y pudiera continuar aquella barbarie en esa arena de su coliseo. deseaban seguir contemplando una lucha muy dispareja.
Hubiera deseado que alguien me obsequiara cloruro de etilo o aún mejor: que alguien me reemplazara, que llegaran los paramédicos y me sedaran, pero mi gusto por jugar y mi coraje por ir perdiendo me lanzaron de nuevo a la cancha en busca de revertir las cosas.

Para el segundo tiempo las cosas no cambiaron. Tuvimos una mala noche, fuimos avasallados. Perdimos cinco goles a uno, y se podría decir que fue un cinco a uno, a costillas mías.

Abandoné el centro deportivo pensando más en encontrar una farmacia, que en hidratarme, y justo la encontré en pocos minutos. Inmediatamente pedí una dotación de analgésicos, vendajes, antiinflamatorios y consejos para controlar el dolor. Todo estaba aún caliente: La derrota, mi ánimo y mi herida.

En frío todo dolor se magnifica y toma su justa dimensión de gravedad. Al día siguiente, el simple hecho de respirar, reírse o moverse es molestia descomunal. Asistí al hospital solo para que confirmaran la fractura. Se estropearon mis planes de vacaciones: dos meses tarda una recuperación. Y es por eso que estoy ahora aquí, en la banca del patio de mi casa disfrutando a la familia. observando como mi hija menor juega tranquilamente con su plastilina. Me sobo constantemente la costilla, respiro lentamente para que no me duela. Me suministro los analgésicos rememorando aquellas buenas jugadas, esas que me hacen sentir como un héroe, un crack anónimo y un futbolista impaciente que espera muy pronto volver a  la canchas.










viernes, 6 de noviembre de 2015

LA MUCHACHA DE LA ACERA DE ENFRENTE



Cómo todos los días desde muy temprano, cuando todo aún es penumbras sobre el Boulevard Juárez, los autos parecen cohetes subiendo y bajando sobre la avenida con sus luces encendidas. Sobresale el estruendoso rugido de sus motores desvaneciéndose a la distancia...después de unos minutos todo se vuelve a la calma y al silencio...
Existe en el ambiente, un fuerte aroma a tamales y tacos acorazados que invaden las esquinas que convergen en la glorieta del Niño Artillero y, es justo ahí, a un costado del Banco Nacional, donde ya está esperando atenta a que pase algún camión, la muchacha de la acera de enfrente.

Nadie aquí en el trabajo sabe a ciencia cierta cuando llegó, a donde va, a que se dedica ni de dónde viene; simplemente un día apareció de repente, apostada en la misma parada del camión cada mañana, cada tarde y cada noche.

Desaliñada, ataviada con sus jeans negros y una chamarra de mezclilla. Con sus gafas oscuras y una playera conmemorativa de algún concierto de Bon Jovi... Lleva puestos unos audífonos Sony que no están conectados a ninguna parte y  de su hombro cuelga una desgarrada mochila Samsonite. Parecería que lleva años preparada para viajar, pero en realidad permanece estática y nunca va a ningún lado.

Para todos, aquí en el trabajo, es un verdadero misterio la muchacha de la acera de enfrente y en ocasiones suele ser un tema de debate en la hora del café: Las mujeres dicen que es una versión local y moderna de la "Penélope" de Manuel Serrat; que su espera no es sufrimiento ni agonía porque al parecer está sedada aguardando al amor de su vida...Infinitamente la compadecen.

Incluso, sucedió hace unos días que Doña Ana  -una ejecutiva de ventas en edad avanzada- no pudo más con su curiosidad y cruzó la avenida para intentar charlar con la muchacha; la saludó, le hizo preguntas, le ofreció comida y  algo de dinero, pero no tuvo éxito. La muchacha solo se concretó a sonreír y a decir "no" con la cabeza sin emitir una sola palabra. Doña Ana, una experimentada vendedora acostumbrada a nunca recibir un "no" como respuesta, regresó inesperadamente derrotada.

Los hombres, de manera simplona solo nos preguntamos ¿Qué edad tendrá la muchacha? ¿En qué momento se alimentará?, y... ¿Por qué está tan mal ubicada la parada del camión? (Unos veinte metros hacia atrás no estaría nada mal. A veces el ruido y el humo de los escapes estropean el gran momento de consumir tamales y tacos en los puestos semifijos de la glorieta).

Pasa el camión que va para San Pascual, pasa el autobús que va a San Ramón y pasa el colectivo con ruta hacia San Vicente. Ninguno de ellos son lo que espera esta muchacha aparentemente.

Surcan los aires los aviones, sobre la banqueta caminan incesantes cientos de transeúntes, mas ninguno de ellos es a quien espera la muchacha de la acera de enfrente.

Frente a sus ojos desfilan infinitos transportes: Taxis, autobuses, minibuses, motocicletas, comerciales, particulares y escolares...y sin embargo ella en ningún momento se intranquiliza , no injuria, no se desespera. continúa atenta viendo pasar cada automotor que se aproxima a ella.

Es un hecho que en esta zona no somos los únicos intrigados con este misterio urbano, como sucedió el otro día en que el señor Gerente del Banco Nacional, un poco titubeante y torpe se le acercó a la muchacha: Primero le cuestionó el porqué de su insistente presencia cerca del banco, luego, al no recibir respuesta alguna comenzó a cuestionarla más y a enojarse poco a poco; terminó por llamar a la policía, exigiendo que la retiraran de ahí por "mala imagen" o para "prevenir un probable ilícito".

Ocurrió entonces que los comerciantes y el señor del puesto de revistas salieron en defensa de la muchacha, impidieron que la movieran de ahí o que se la llevaran, "¡Pues la calle es de todos!" -decían- "¡Ustedes no se metan en su vida!"..."¡No está haciendo nada malo!" ..."¡Montoneros!"- indignados les gritaban y manoteaban a los policías-.

Todos habían hecho su buena acción de la jornada, aunque en el fondo no lo hicieron tanto por ser buenos samaritanos; lo hicieron por su curiosidad de conocer el final de la novela. Tenían las mismas ansias por saber cuál era el motivo de tan larga espera: ¿Cuál es la finalidad de la muchacha de la acera de enfrente? ¿A dónde quiere llegar? ¿Con quién se quiere encontrar...? ¿Con el amor? ¿Con un milagro? ¿Con su destino?...

Lo que es un hecho, es que ella ya es parte de la glorieta, de la parada del camión y de las historias que día a día se pueden contar, y también es verdad que quizás la subestiman; me doy cuenta de ello cuando es de noche y hay que regresar a casa, especialmente cuando llueve y de manera súbita se altera un poco más nuestro ritmo de vida : Los comerciantes presurosos guardan atropelladamente sus puestos, y sobre la avenida la gente corre chusca para guarecerse del agua o abordar algún transporte. ¡Es en ese momento cuando la muchacha esboza un sonrisa maliciosa! y desde su atalaya, -que es la parada del camión- detrás de su mundo de sus lentes oscuros adopta una postura que parece decir: "¿Pero quiénes son todos estos seres tan extraños y afanosos? ¡Vienen y van constantemente todos los días, tardes y noches!: Atónitos, tristes o eufóricos. ¡Suben y bajan encadenados a similares horarios y compromisos! ¿Qué buscarán con tanto ahínco?... ¿A qué fe se aferran?, ¿A buscar el amor?... ¿Un milagro?...¿¡Su destino!?".





jueves, 20 de agosto de 2015

NUEVE BESOS



Era uno de esos lunes típicamente aburridos. Apenas cursábamos la mitad del primer año de la escuela secundaria. Ese día, la sorpresa fue que al regresar a nuestro salón de clases después del receso, ya se encontraba allí nuestro director del plantel: el profesor Eduardo Villalva.
Ataviado siempre de traje gris y de fisionomía parecida al luchador "Mil Mascaras", nuestro director tenía un ritual de alternar  la limpieza de sus lentes y de su cabeza calva mientras devoraba una bolsa de pistaches que siempre le acompañaban.

El director hizo una pausa en su ritual para asegurarse de que estuviéramos todos, y viendo que estaba el grupo completo nos dirigió unas palabras:
"Hola niños. Estoy aquí para informarles que por motivos de salud, su maestro Anselmo -de Ciencias Sociales- estará ausente por un breve periodo, y mientras él se recupera tendremos el apoyo de una gran maestra. ¡Les pido todo su apoyo y que le brinden un fuerte aplauso de bienvenida a la profesora Estela Báez!" - nos dijo visiblemente emocionado señalando hacia la puerta-

Con una juventud refrescante, vestida con elegante traje de color azul y zapatos de tacón alto, con su cabello largo, risado...de pestañas largas, chinas... la maestra Estela caminó con seguridad hacia el centro del salón, luego nos saludó con una amplia sonrisa cegadora y nos dirigió sus primeras palabras:
"¡Hola muchachos! A partir del día de hoy ,y cada tercer día después del receso, estaré con ustedes un par de horas para continuar con su programa educativo en Ciencias Sociales"

Algunas niñas la miraron con recelo, otras tantas la miraron con simpatía. la mayoría de los niños nos quedamos boquiabiertos, perplejos, no era de creerse: La maestra Estela era en definitiva, una especie de "Brooke Shields" que había naufragado -para nuestra fortuna- en ese salón de clases.
Estoy seguro de que en ese momento no le prestamos ni la mínima atención a sus primeras indicaciones y que solo la veíamos cómo se expresaba armoniosamente con todo su cuerpo, tratando de mirarla ocasionalmente a los ojos para intentar definir su color; todo ello sin poder dejar de admirar su boca perfecta a la cual coronaban muy bien esos delineados labios rojos

Pasado ese trance de la primera impresión, ni siquiera me dí cuenta de en que momento se despidió de nosotros el señor director. Aterricé oportunamente en la tierra cuando escuché el pase de lista y pude decir "¡presente!" cuando la maestra mencionó mi nombre.

En su clase inicial, la maestra Estela se centró en hablar de la injusticia:
La injusticia de la Conquista perpetrada por Hernán Cortés...
La injusticia que generó siglos de esclavitud y despojos...
La injusticia de continuar igual o peor que antes...

Durante su exposición el tono de su voz fue de menor a mayor intensidad. Sus palabras encendieron en más de uno el febril coraje. Reabrió la ardiente llaga histórica de los agravios impunes; todos ellos sin juicios, sin veredictos y sin condenas. No había la menor duda: aparte de su belleza, la profesora llevaba también consigo ese fuego interno que se necesita para ser un verdadero maestro: La inspiración.

Las dos horas pasaron volando, y el toque de la campana nos avisó que había llegado la hora de la salida. Todos los niños salieron corriendo como siempre, todos, excepto yo. A partir de ese momento, todo sucedió de manera automática...
Desde el fondo de la fila donde me encontraba tomé mi mochila y caminé ese largo pasillo que me llevaba hacia el escritorio de la maestra Estela, que al percatarse de ello, se levantó de su silla y salió a mi encuentro; me ofreció una sonrisa dulce, poderosa. yo le respondí con una sonrisa torpe y desprolija; al llegar a ella me levanté de "puntitas" para alcanzarla, y ella se inclinó gentilmente para que yo no batallara. Me extendió su antebrazo izquierdo para que mi antebrazo derecho en ella se apoyara y, sin formalidades y sin prisas, nos besamos en la mejilla, rozando ligeramente las comisuras de nuestros labios. ¡Íntegramente sucedió de manera fantástica y perfectamente sincronizada!. Quizá duró un segundo, pero fue un segundo del micro cosmos: contemplé un mundo completo...¡Con sabor a gomitas de grenetina azucaradas!.

Sonrojado, tomé suficiente aire para decirle "¡Hasta mañana maestra!, a lo que ella me contestó con una sonrisa intimidante:"¡Hasta mañana jovencito!"

Afuera del salón ya me esperaban mis amigos Juvencio y Daniel, quienes asombrados de inmediato me bombardearon con todo tipo de señalamientos: "¿Qué rayos fue eso?" "¡Besáste a la profesora!" "¿En qué diablos estabas pensando?"...
-¡Wow!- les dije todavía inmerso en el momento- ni siquiera yo sé que rayos fue eso.
-¡Muy bien, "Romeo"!, ya pasó tu momento, vamos a las canchas de la cascada, hoy tenemos partido contra los de segundo grado.
-Hoy no puedo ir -les mentí- mejor nos vemos mañana.

Camino a casa me fui reflexionando en lo sucedido. Definitivamente un beso de esa naturaleza no era para escandalizarse, pero si era muy digno de analizarse: ¿Qué tipo de beso fue ese?
¿Acaso fue un beso del tipo "Fútbol argentino"? (Beso en el cual los jugadores al término del partido se demuestran respeto y simpatía con un beso en la mejilla).
¿Acaso fue un beso del tipo "Maternal"? (Beso en el cual la madre besa a su hijo en la mejilla para proveerle cariño y también confianza).
¿O simplemente, fue un "Beso del destino"?... (Ese beso que tiene que darse: Sin decirlo, sin pensarlo, necesario y de común acuerdo).

También hubo una situación extraña: ¿Cómo fue posible que un beso en la mejilla pudiera dejarme un sabor a gomitas de grenetina azucaradas? Repasé en mi corta memoria los breves momentos de besos, pero no encontré registro alguno referente a los sabores; para eso no tuve ninguna explicación.
Juzgado todo lo anterior, determiné que no debía sentir remordimiento o pena -dado que en los asuntos nobles entre una dama y un caballero no puede existir revocación-. Decidí por lo tanto, que repetiría esa extraordinaria experiencia mientras se pudiera y que asimismo pasaría mis tardes leyendo libros de historia, olvidándome por un buen rato de salir a la calle para patear un balón.

Y así fue entonces como en su segunda clase, la maestra Estela nos enseñó sobre las sociedades capitalistas...con esos súbitos momentos en los que ambos nos miramos constantemente a los ojos, como de reconocimiento, como de confirmación. ¡Sentí una fuerza tal en los latidos de mi corazón! Temí que mis descontroladas palpitaciones se convirtieran en temblores tan fuertes que cimbrarían el piso del salón; haciendo evidente para todo el mundo la emoción que me provocaba estar ahí, en ese momento...
Su beso de despedida tuvo un potente sabor a café americano.

Para su tercera clase, tocó el tema de la Revolución industrial...la conexión entre la maestra y yo, era real...Ella nos preguntaba y yo levantaba la mano para responderle acertadamente...Ella iniciaba una oración invitándome a que yo concluyera la frase...
El beso de despedida me dejó un acentuado gusto a refresco "ligth".

En su cuarta lección copiábamos del pizarrón la tarea que nos había encomendado, escuchábamos su mélodica voz  combinada con el sonido de su cadencioso caminar entre las filas de butacas. Yo trataba de concentrarme en ese viejo y despintado pizarrón, cuando de repente sentí la presión de su mano sobre mi hombro izquierdo y como su otra mano comenzó a peinar suavemente mis cabellos necios y rebeldes que nunca antes habían sido amaestrados. "Tienes el cabello tan dócil" -me dijo de manera tierna-.Yo ya me había convertido en su mejor alumno y la mayoría de mis compañeros me jorobaban con ese asunto de que me agradaba mucho la maestra. Mis amigos Juvencio y Daniel ya no me buscaban más para invitarme a jugar...creí haberme quedado solo, pero francamente eso me importaba un cacahuate.
Y así sucedió entonces que con una pluma y una libreta en las manos me autoexilié en la jardinera que estaba junto al laboratorio de química, y tal como un loco poeta amateur, comencé a escribir confidencialmente algunos versitos para la maestra Estela.
La clase de ese día: El grito de Dolores. El sabor de ese beso: Cajeta envinada.

La quinta clase se trató del continente europeo...seguía mejorando mi promedio en la materia...El beso de despedida me dejó una sensación a tiramisú de limón.

En la sexta lección conocimos a Los Libertadores de América...Yo deseaba que la maestra se quedara para siempre -pero de ninguna manera a expensas del maestro Anselmo-... El beso de "hasta mañana" llevaba un delicioso sabor a arepa rellena de chicharrón.

Para la séptima clase, nos habló del Imperio Azteca...La maestra ya me había elegido como su jefe de grupo...mientras mi compañera Andrea nos leía de pie un párrafo correspondiente al esplendor de Tenochtitlan, la maestra pasó por mi banca para dejarme un trozo del chocolate que ella degustaba.-"Toma, para que te endulces la vida" -me dijo en voz baja, sin saber de la tremenda dulzura que ella misma emanaba-...El sabor de la despedida: Exquisito cacao.

Para la octava clase todo fue muy diferente. Había llovido desde muy temprano. A través de las ventanas empañadas del salón se alcanzaba a distinguir todavía el enorme encharcamiento que mantenía inundada la cancha de básquetbol.  La maestra Estela parecía estar muy triste. Se notaba muy afectada. Nos dejó las indicaciones de las lecturas de ese día, y  salió con rumbo a la oficina del director del plantel.
Durante su ausencia me surgieron varias interrogantes: ¿Ese sería su último día con nosostros? En caso contrario: ¿Hasta donde llegaría mi afición por ella? ¿Sería el momento adecuado de confesarle cuanto ella me agradaba? ¿No sería mejor madurar y en cinco años más buscarla?
Cómo normalmente sucedía cuando pensaba en ella, el tiempo se diluyó. Llegó el toque de la salida, y la maestra Alejandra -de laboratorio- pasó a avisarnos que ya nos podiamos retirar.
Me encontré con la maestra Estela en las escaleras que llevaban al primer piso. Se me acercó para despedirse de manera fugaz: "Me fue imposible regresar, nos vemos mañana" Su beso me proporcionó un fresco sabor a enjuague bucal de menta.

La tarde de ese día recordé especialmente aquella ocasión en la que yo tenía cinco años y estaba tendido en la cama con tremenda fiebre y un terrible empacho; me había excedidio en la ingesta de las deliciosas chapatas que mi abuelo había traido de su tierra natal. Recordé como mi abuelo se me acercó para cambiarme las compresas de agua fría en la frente y aprovechó el momento para darme una poderosa lección (Que cómo casi todas, no tomé a tiempo): "¡Ah que mijo tan tragón!" "Mire: En este mundo muchas cosas a usted le van a encantar, pero ninguna de ellas se le deben de atragantar"
Desempolvé muy tarde el consejo; comprendí mi estatus de empachado y atragantado, tendido en la cama con fiebre, nuevamente, ocho años después. Sin nada que hacer me dispuse a terminar los primeros cursis versos dedicados a la maestra Estela, que mas o menos decían así:

"Desde la entrada y hasta el fondo del salón, su figura es Estela;
rastros de espuma, rastros de nieve, rastros de arena.
Huellas de una alegría imprevista que una ausencia dejó "

"En el pizarrón, en la jardinera y en honores a la bandera;
solo encuentro esa sonrisa cegadora que el mal tiempo nunca apagó"

"Estelas de mar, Estelas de flor; por siempre Estelas.
Rastros de sol, rastros de luna, ¡rastros de ella!"

Para su novena clase, la maestra Estela se presentó de manera normal e inició una dinamica distinta; nos pidió que por orden de lista nos presentáramos y resumiéramos brevemente quienes erámos, que era lo que nos gustaba y que deseábamos ser cuando fuéramos grandes. La idea me pareció excelente; romper con la rutina y distenderse, precisamente en ese viernes, previo al largo puente vacacional.
Dicho ejercicio comenzó con la exposición de mi compañero Humberto, que entre otras cosas, yo jamás hubiera imaginado su raro deseo de ser un jinete ecuestre ¿Quién en estos días desea algo así? También estaba mi compañera Mariana, emocionada, al punto del llanto cuando expresó su vehemente deseo por formar parte del ballet de Moscú, y así sucesivamente, por orden de lista, cada quien se desmenuzaba ante los demás. Dejé de poner atención a todo ello cuando íbamos a la mitad de la clase. Traté de concentrarme en lo mío, pero a esa edad me parecía más facil lograr la levitacíón en el aire o derribar robles a patadas antes que adivinar o "casarme" con una idea de lo que sería de mi vida en un largo plazo, y por si fuera poco, debía de impresionar a la maestra con algo único y maravilloso.
En ello estaba trabajando, cuando antes de lo previsto sonó la campana de salida. ¡Eso no podía estar sucediendo! faltabamos cinco alumnos por exponer y faltaba media hora para la salida. El director había decidido -con motivo del dichoso puente vacacional- adelantar la hora de partida.
La maestra Estela, un poco apresurada y también sorprendida, nos brindó sus ultimas palabras: las de su despedida: "Queridos muchachos: El día de hoy ha sido mi última clase de apoyo. Su maestro Anselmo ya se presenta con ustedes la próxima semana" -y continuó- "Ha sido grato el conocerlos, espero que todos sus sueños y metas se cumplan. ¡Muchas gracias a todos!"

El grupo entero celebró la anticipada salida. Con mayor rapidéz y orden que en cualquier ejercicio de simulacro de emergencia, quedó el salón vacío. Atónito por las altas revoluciones de los acontecimientos tomé mi mochila y caminé ese largo pasillo hacia el escritorio de la maestra, con la duda del último beso de despedida: ¿Sería un beso épico?, ¿imborrable?, ¿arrebatado?, ¿monumental?
La maestra, que ya también me esperaba, me dió un fuerte abrazo previo. "Te voy a extrañar mucho, estoy muy orgullosa de ti" -y remató- "Esto no es una despedida, es un hasta luego"; y dicho esto, ambos concidimos de manera sincronizada en el momento del postrero beso del adiós, que fue en la mejilla y fue perfecto como todos los demás, pero este llevaba un muy incómodo sabor a pistache salado. Una bocina de claxon sonaba a la distancia con insistencia. Instintivamente desvié mi mirada hacia el portón de salida para identificar al chevy azul del señor director, con sus barras porta equipaje repletas de maletas de viaje. "¡Estelita, apurate que la autopista va a estar a reventar!" -vociferó el director desde la ventanilla de su auto- a lo que la mestra le contestó también a grito abierto: "Ya voy Lalo, dame un minuto"...me ofreció por última vez su amplia sonrisa cegadora, y salió corriendo del salón para alcanzar en la salida al señor director.

Apesadumbrado llegué a la salida de la escuela, ya no estaba a la vista el chevy azul. Solamente estaban los vendedores de todo tipo de golosinas, y mis compañeros Juvencio y Daniel, ambos con una sonrisa burlona e idiota. Acompañados de su balon de cuero desgastado y unos guantes de portero recién comprados, quisieron darme consuelo. Leyeron de manera perfecta los tiempos: "¡Ánimo mi cuate!", "¡Aquí no pasó nada, carajo!" -me dijeron apenados, y agregaron: "¡Vamonos de volada a las canchas de la cascada, que hoy hay revancha contra los de segundo grado!" Y así de animosos, nos fuimos trotando rumbo al importante compromiso que teníamos en puerta. Mi viaje al mundo de la fantasía de nueve días concluyó tal cual comenzó todo: De manera sorpresiva para mí y muy predecible para los demás.
































viernes, 15 de mayo de 2015

LA FIESTA DE LAS ELECCIONES.



Me encanta asistir cada año a la tradicional fiesta patronal de la Santa Cruz, en el barrio de la "Tres de Mayo".

Ubicada al norte del municipio de Emiliano Zapata, Morelos, la colonia Tres de Mayo es reconocida por su actividad artesanal. Artesanos morelenses de gran nivel, crean sus obras con materiales tales como la cerámica, la porcelana, el vidrio, el hierro y el mimbre.

Hoy domingo, es su día de celebración. Sus calles se visten con flores y papeles de colores. Sus negocios anuncian promociones con fluorescentes cartelones. Sus mejores obras deben de exhibirse el día de hoy.

La música de banda acompaña el viaje de los cohetes que surcan los aires para estallar en el cielo provocando la genuina sonrisa de la gente -algo que la televisión aquí, aún no puede lograr-.

Como es una región calurosa y poco húmeda, no pueden faltar los tepaches, la cerveza, los helados y el mezcal. El sol de mediodía es un recordatorio de que es hora de hidratarse.

Sumergido en este ambiente festivo, recorro lentamente las calles apreciando la calidad artesanal de estos maestros creadores: Un monumental Don Quijote -forjado en hierro- montado en su poderoso corcel Rocinante...Aquellas cabezas Toltecas hechas de cerámica, que ingeniosamente son también licoreras-...El guerrero Popocatépetl cargando de rodillas a su amada Ixtaccíhuatl -ambos concebidos brillantemente en vidrio soplado-...y no pueden faltar las múltiples pinturas a cuadro, que recrean paisajes exuberantes de colores encendidos.

Todo se disfruta y se desarrolla con la normalidad de siempre, hasta que...Cuatro diferentes convoyes se aproximan al festejo: Llegan camionetas de distintas marcas, colores y modelos, todas ellas cargadas de gente..Hay gritos...Banderolas...y mucho ruido de claxon...
Irrumpen en la celebración con pancartas, porras, regalando terribles playeras y obsequiando folletos  con eslóganes muy gastados...Son los llamados "Partidos Políticos". Es temporada electoral y, en este año, cuatro diferentes bandas se disputan esta plaza y simultáneamente otras tantas a lo largo y ancho del país.

Se opacó la felicidad y el festejo. Son abrumadores lo cientos de folletos con falsas ideologías. Es decepcionante volver a escuchar las promesas ficticias tan conocidas. Es aburrido el cinismo de los compromisos firmados que no habrán de cumplirse. Es ofensivo el despilfarro de dinero empleado en comprar la personalidad y el carisma; todo ello, con recursos económicos que habrán de irse a la basura. En fin, es un hartazgo el desayunar, comer y cenar la hipocresía y las mentiras que nos endilgan diariamente por todos los medios "por disposición oficial".

Siento que no tengo mas remedio que pasar este mal rato. Esta fue una emboscada para forzarnos a ver una acartonada obra de teatro mal llamada "Debate". Los mítines políticos en temporada electoral siempre serán las representaciones escénicas más sosas y más costosas de toda la historia.

Instalado en una mesa, dentro de un local de comida, ya más sereno, pido una orden de tacos y me acomodo para escuchar -máximo por media hora- lo que para mi  ya es una obviedad.

Los cuatro lobos con piel de oveja se preparan para su exposición:

Aquellos tipos de gafas oscuras con facha de colmilludos -La banda de los Tricolores- inician su participación exclamando: "Amado pueblo, ahora sí, seremos verdaderamente buenos! ¡Buenos de toda bondad! ¡Nuevamente lo juramos ante nuestra bandera! ¡Los moveremos al infinito y al mas allá!"- realmente lo están asegurando y no se sabe bien si es una amenaza o es mera información- "Y de los demás partidos, mejor ni hablamos; ¡todos están tan llenos de suciedad!" -agregan con desprecio, sin darse cuenta del cochambre tan arraigado que tienen en sus propios sacos y corbatas-

De menor experiencia, los "Mozalbetes Blanquiazules" responden: "Querido pueblo, nosotros nos hemos equivocado, la hemos "regado", pero ¡Todos merecemos una segunda y hasta una tercera oportunidad!" "¿A poco no?" "Denos su voto para que juntos volvamos a ser los super campeones!"-imploran- mientras, miran hacia abajo y se meten las manos en los bolsillos esperando un poco de compasión."

Contrastantes, bipolares y de rostro adusto, la "Banda de los Amarillos" toman la palabra: "Estimado pueblo, no te fijes en a quienes hoy tenemos enfrente, ¡fíjate en nosotros! Que aunque fuimos muy amigos de ellos, recientemente nos hemos distanciado; es decir, ¡Estuvimos juntos, pero ahorita ya no estamos tan revueltos!" "¡Ahora somos más fuertes que nunca!"-bajan del improvisado estrado con demasiada incertidumbre-

Como una imagen de "photoshop" tridimensional, (nada digna de un¨ like¨ ) están los "Juniors Verdes", quienes comienzan su turno de manera efusiva:"¡Que ooonda pueblo!" "¿Te estás divirtiendo?" "¿Ya te llegaron tus boletitos gratis para el cine?" "Porque...¿Sí tiene cine aquí, verdad?" " "¿Staff?...¿Checaron eso?" "Bueno... 'Whatever'...Nosotros si cumplimos..'Bye' (¿Aquí hay WI-FI? -le preguntan al vendedor de nieves-)

El resto del debate Político o representación dramática, fueron solo descalificaciones, agresiones y encono entre ellos. No hubo una sola propuesta brillante digna de mencionar. Nadie habló de lo cerca que estamos de tocar fondo. Nadie habló de los desaparecidos, nadie tocó el tema de los Jornaleros agraviados. Nadie mencionó -ni siquiera por dignidad para consigo mismos- sus problemas internos, tales como la corrupción, el desvío de recursos o el conflicto de interés. Todo tema se trató por "encimita", evitando siempre afrontar los problemas desde la raíz.

Aunque parezca contradictorio, votar sigue siendo algo fundamental para lograr un cambio. Lo ideal sería que todo ciudadano en edad de ejercer este derecho, lo hiciera siempre de manera responsable.

Un poco mareado por el intenso calor, pero más por la palabrería hueca y difusa de este show, llego a la simple conclusión de que: independientemente quien sea que gobierne, estas calles son y serán las mismas de siempre: Los mismos baches, los mismos lodazales, las mismas luminarias fundidas; la misma carencia de agua y la misma escasez de gendarmería.
Si estas calles se mantienen de pie, es gracias al esfuerzo de la gente humilde y trabajadora. Si estas calles se transforman en  festivas e iluminadas, es gracias a la genuina sonrisa de esa misma gente, que quizá fielmente en lo secreto sigue aguardando el retorno de un Emiliano Zapata o de un Francisco Villa.

Poco a poco se alejan los convoyes de los Partidos Políticos. solo quedaron sus pósters y panfletos con sus frases vacías. Inmediatamente se reanuda la música de banda y los cohetes vuelven a subir al cielo con mayor fuerza...van llegando los Chinelos y es entonces cuando esta fiesta se convierte repentinamente en un alegre carnaval.

sábado, 25 de abril de 2015

LOS MOMENTOS DE LA FE.

    

Sé perfectamente que estoy muy lejos de Jerusalén. ¿Qué tan lejos? Seguramente a miles de kilómetros como lo refiere el mapa geográfico y tal como lo detalla con gran precisión el asombroso 'google maps'.

Soy un hombre de fe, así me lo enseño mi madre a muy temprana edad, sin embargo, cuando la vida se torna difícil y sumamente áspera, no puedo evitar recrear en mi mente aquellos sermones de Jesucristo a orillas del lago Genesaret en Galilea, tal y como está descrito en el Evangelio de San Marcos.

Mi primera idea de hacerlo -tal vez suene burdo-, no es buscar la enseñanza; sino buscar y sentir consuelo en esas palabras llenas de bienaventuranzas y también llenas de piedad.
Puedo imaginar por un momento el fervor de la multitud avanzando hacia el frente, buscando tocar el manto sagrado y esperar a que todo ocurra de inmediato: El milagro que cauterice las heridas, que desaparezca todo dolor y que reine la calma de la paz, del amor y del perdón.

Sé perfectamente también, que estoy muy distante de aquellos días aciagos de mi juventud, en los que decidí asistir por voluntad propia a la misas de domingo, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Divina Providencia, en Ciudad Nezahuacóyotl.

Durante varios meses salía de casa a las cinco y media de la tarde, caminaba aproximadamente un kilómetro y medio por los camellones de la avenida Villada y aceleraba el paso en la esquina de la panificadora "madrugada" para llegar puntual al inicio de la celebración litúrgica dominical.

Al ingresar a la iglesia, me encontraba con personas al igual que yo: necesitadas de fe. Gente de rodillas agradeciendo o realizando actos de contrición. todos ellos, rostros serenos, cansados o afligidos.
De entre los inciensos encendidos y los ramos de flores; las velas del pasillo y los rayos de luz a través de los vitrales; los nidos de las golondrinas en las vigas y las infaltables lágrimas en los altares: surgía algo así como una restauración del equilibrio o una sanación para el alma.

Después de las lecturas y del sermón del cura, la estudiantina de la parroquia, coronaba el singular momento con el himno de Hosanna en las alturas...La comunión era la ceremonia del Sacramento de la Eucaristía, pero también lo era la unión de gente totalmente desconocida con afinidad de ideas y de sentimientos, manteniendo por una hora un acuerdo tácito con Dios.

En los momentos más difíciles de mi vida, mi fe en ese ser superior, siempre me ha sacado adelante.

Como creyente de la resurrección, creo que Jesucristo -hoy día-, está más vivo que nunca, y que continúa predicando a la orilla de aquel lago en Jerusalén; solamente que la "vida moderna" se ha convertido en ese complejo puente que me aleja de asistir regularmente a misa -eso aunado a mi condición humana tan imperfecta-.
Ahora todo lo cubre la bendición de poder disfrutar de mi familia, la necesidad de tener algo que hacer siempre, y todavía me quedan momentos para ver por Tv las repeticiones de esos increíbles partidos de fútbol de la "Champions ligue" 

No sé en que momento asumí un tipo de "control remoto" de la fe. Lo que sí sé, es que es fuerte, sólida y se ha ido puliendo con el tiempo.

Le he mostrado a mis hijas ese camino que un día me enseño mi madre, pero al igual que yo -, cuando fui joven-, ellas en su momento deberán decidir por sí mismas: si un día van en busca de esa fe, que una vez encontrada se va haciendo fuerte y sólida con el pasar de los años.