sábado, 2 de mayo de 2020

RELATOS OSCUROS




Sería impreciso al decir cuan silenciosa y oscura era esa noche...

El trayecto a Puebla por la autopista Siglo XXI parece ser interminable. A través del camino los árboles de formas tenebrosas se van quedando atrás muy lentamente y, en el horizonte, la sombra de nuestro padre Popocatepetl exhala una columna de humo en forma de señal, un mensaje encriptado hacia el conejo que habita en la luna.

Las luces del auto son tan tenues...pude prever este momento, pienso con nostalgia en los faros de gas Xenón que debí de adquirir en la promoción mensual de la super refaccionaria. Lograr que el auto no se salga del camino en estas condiciones requiere tener la pericia del capitán del Titanic, pero sin llegar a naufragar.

Todo está tan callado que se puede escuchar el sigilo de los coyotes acechando a su presa.

Antes de realizar este viaje, ya me habían advertido de los inconvenientes de viajar de noche: La poca visibilidad, el acecho del lobo, los cientos de kilometros de carretera desolada sin un alma cercana al perímetro...sin ignorar al aterrador fantasma que -cuentan- se atraviesa en tu camino, ocasionando que salgas de la pista sufriendo un grave percance...

Con esa información quizá poco probable, voy solo en medio de la noche y a mitad del camino.
Procuro no revolucionar demasiado el motor para poder escucharme a mí mismo diciéndome que no tengo miedo...

Quizá sea mi cansancio o la predisposición a creer en las cosas sobrenaturales que ya me habían platicado, pero unos metros a la distancia puedo apreciar la figura de una mujer vestida de blanco flotando sobre el asfalto; un grito desesperado de dolor o un gemido del  viento penetra los cristales del auto.

No se que esperar, que pueda suceder...¿De que se trata enfrentar el miedo a lo desconocido?...
Esta sensación es parecida a la necesidad de aventarse al abismo de un tobogán oscuro: A pesar del riesgo tienes que confrontarlo, cruzar ese tramo y sentir el placer de ver la luz al final del túnel.

A medida que me acerco observo su rostro, y no es de tristeza, es de una belleza indescriptible. No da temor, genera confort. Cómo lo describió Maquiavelo: "Los fantasmas asustan más de lejos que de cerca"

Reflexiono si será una realidad o tan solo es la representación de una metáfora del camino. Tal vez sea un remolino, una breve neblina que caprichosamente tomó la forma de lo que uno desea ver.
¿Será un espectro de Canterville que me llevará de la mano a revisitar mi pasado y me mostrará mi porvenir? ¿Me vence el sueño y es algo onírico?

Atravieso esta proyección que se desvanece; se hacen añicos las profecías de calamidad y no sucede nada catastrófico. Miro por el retrovisor y solo se aprecia sombría profundidad. Sigo el camino trazado y la noche ya se encumbra hacia el alba. Ahora piso el acelerador casi a fondo para imprimir mayor velocidad: Salí vencedor de esta prueba suprema de las carreteras desoladas.

El Popocatépetl  exhala una nueva humareda codificada, en los alrededores se escuchan los ecos del canto del búho impartiendo sus clases maestras. Atrás quedaron las sombras de los árboles petrificados, los espectros del pasado-futuro, y en el horizonte de pronto atisbo las estrellas hacia el oriente indicándome el destino.








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