viernes, 22 de septiembre de 2017

PREVALECEREMOS



¿Se puede escuchar la tristeza de las calles?... Seguro que sí. La has escuchado a cientos de kilómetros de distancia. La has escuchado a unos cuantos metros de tu casa o de tu lugar de trabajo. La has escuchado dentro de ti en las últimas 72 horas constantemente. La sientes en tu humanidad cuando comes sin hambre y se forma un nudo en tu garganta...Cuando no logras dormir y deseas tener esperanza...Cuando te preguntas llorando el porqué de las cosas.

Colapsamos y volvimos a encontrarnos. Prescindimos del WiFi para mirarnos de frente a los ojos y preguntar sinceramente si la familia y los amigos se encuentran bien. Se desvanecieron las rencillas, los rencores. Hace pocas horas volvimos a ser seres humanos.

Nos incomunicamos tecnológicamente. Solo nos quedaron el pensamiento y el corazón queriendo conectar, hallar una respuesta inmediata de los amados ausentes, deseando tener la certeza de que todo estaba en orden.
Acogimos por un momento a los hijos ajenos como si fueran nuestros, entendimos la desesperación de los padres que trabajan lejos. Nos ofrecimos mutuamente ayuda de todo tipo, la que fuera, Nos aterramos ante el caos y la incertidumbre...nos consolamos nosotros mismos apelando a la misericordia del Creador.

Nuevamente fue la sociedad  - y no el gobierno- la que tuvo que salir a luchar a las calles. El pueblo salió a salvar al pueblo: Primero tú y después yo; hoy por ti y mañana por mi...Y no importa si tienes mucho o tienes poco; lo que se ofrece lleva una fe y una promesa inquebrantable de no dejarnos caer nunca.

La naturaleza que tantas cosas maravillosas nos ofrece, esta vez nos volvió a derrumbar sorpresivamente. Un nuevo golpe masivo en la misma herida. Regresó la tragedia, el coraje y la solidaridad.

Las nuevas generaciones asumieron heroicamente el liderazgo de comenzar a levantar los escombros - aunque ya existían las ruinas literales que han ido dejando los políticos-. Codo a codo, puño a puño, grito a grito. La tristeza y la desolación aminoran cuando el ser humano ofrece su vida a cambio de rescatar a un hermano caído.

Las ciudades lucen derruidas -mas no vencidas-,  la tristeza de sus calles seguirá escuchándose por un algún tiempo. El dolor cala más en la oscuridad de la noche, las horas críticas aún no pasan y será difícil mantener la misma entrega en las semanas venideras; sin embargo, existe la seguridad de que a pesar de los pesares, prevaleceremos.

Prevaleceremos; lo sé porque veo a los jóvenes sin miedo queriendo cambiar el destino.
Lo sé  cuando veo al empresario ayudar desinteresadamente.
Lo sé cuando veo a la población aportar sin reparar en el precio.
Lo sé porque siempre están presentes los que menos tienen, y de entre todos, ellos son lo más nobles y los más solidarios.

Lo sé, porque mi pequeña hija a venido hacia a mi para tomarme de la mano, me ha dicho que ya no me preocupe, que no tenga miedo, que todo estará bien.
Su inteligencia me da a entender que somos arcilla disuelta en el agua y que debemos de emerger sin temores para hacernos más fuertes.

Nuestra tierra y nuestros hermanos caídos en desgracia nos necesitan.
Nosotros necesitamos reconstruir nuestra tierra y ayudar a nuestros hermanos...Porque solamente unidos es como lograremos prevalecer.