domingo, 27 de agosto de 2017

LA IMPORTANCIA DE LAS PIEZAS ROTAS




RODRIGO.

Teníamos tan solo 7 años cuando a mi amigo Rodrigo -Alias "El chivas"- se le ocurrió la brillante idea de jugar una tanda de penaltis en la sala de su casa.

A pesar de la televisión, de los floreros y de las figuras de porcelana cercanas a la portería improvisada, Rodrigo insistió en llevar a cabo tan genial reto.

Me enfundé un par de calcetines en las manos simulando los guantes de un portero profesional,  me dirigí al marco de la entrada a la sala - mi portería-.  Mientras, Rodrigo ya había tomado demasiado vuelo para patear el balón. Corrió desaforado... pateó el balón violentamente, y rompió un florero de cristal por impacto directo; luego ya de rebote tumbo a dos guerreros mandarines y a un colibrí hechos de porcelana.

Cristal y porcelana...decenas de pedazos esparcidos por el suelo...La fúrica  mamá de Rodrigo entró corriendo a la sala con una tabla de madera para castigar a su hijo...Cinco tablazos bien puestos en el trasero del "chivas"...Vi como se rompieron las figuras decorativas, la paciencia de una madre, el orgullo de su hijo, y al final, también la tabla.

Mientras Rodrigo se revolcaba en el piso gritando de dolor, su mamá arrodillada en el suelo reunía las piezas rotas, pensando quizá en pegarlas posteriormente. Yo aproveché la distracción de ambos para salir sigilosamente de su casa.

Poco tiempo después de ese incidente, su familia se mudó de colonia y le perdí la pista; Pasaron seis años para que coincidiéramos en las canchas de fútbol amateur de categorías juveniles. Al término de mi partido, Rodrigo fue a saludarme, actualizamos información y recordamos aquella anécdota.

-¿Sigues rompiendo la decoración de tu sala?- Le pregunté sarcástico-
-Nunca más. De hecho eso me ayudó para mejorar mi puntería y marcar buenos goles. Mi secreto es visualizar jarrones, floreros y figuras de cristal en torno a la portería, de esa manera procuro atinar siempre al marco. - Me respondió con satisfacción-
-¿Y pegaron las figuras rotas, o te hicieron comprar unas nuevas? -Siempre tuve esa duda-
-Ni uno, ni lo otro. Pasado su gran enojo, mi madre entendió que solo eran cosas materiales -Concluyó-

Entendí que hay piezas rotas que deben de tirarse directamente a la basura sin ningún remordimiento.



ROSARIO.

Mucho tiempo atrás, diariamente por la tarde nos reuníamos en la cuadra los niños de entre cinco y seis años para jugar diversos juegos hasta que la oscuridad de la noche nos hacia regresar a casa.
A mitad de la calle vivía una muchacha muy linda, no sabíamos con exactitud su nombre, pero alguien de nuestro grupo de amigos nos dijo que ella se llamaba Rosario.

Rosario salía diariamente a la misma hora que salíamos nosotros. Bonita, arreglada y finamente peinada se sentaba en los escalones de la entrada a su casa, esperaba paciente a quien suponíamos que era su novio -un tipo que vestía siempre uniforme de policía-. La sonrisa de Rosario era enorme cuando lo miraba llegar, se podría decir que su felicidad se veía reflejada en una especie de aura; era en verdad una muchacha enamorada. Cuando su novio se marchaba, Rosario muy contenta nos llamaba para obsequiarnos caramelos que sacaba de una enorme dulcera; normalmente ella elegía una paleta y volvía a sentarse en los escalones para observarnos jugar, reír y pelear.

Aquel idilio era perfecto, incluso había el rumor en la calle de una próxima boda:  Yo ya me había resignado a extrañar los dulces regalados. Pero en una de esas tardes ocurrió entonces, que una patrulla se estacionó a mitad de la calle, de ella bajó precipitadamente Rosario que lloraba inconsolable, con su hermosa aura rota, con sus finos labios reventados y  con el corazón hecho pedazos... Ella estaba rota.
Con el rimel corrido por el llanto y el hilillo se sangre que corría por la comisura de sus labios Rosario entró a su casa azotando la puerta y la patrulla se alejo rechinando llantas.

No volvimos a saber de ella,  hasta que años después la mamá de una amiga nos platicó que encontró a Rosario trabajando en un Centro Comunitario de Ayuda para la Mujer. Nos contó que la vio muy bien. Supo que se había casado, que ya era madre;  y que era muy feliz orientando a las jóvenes.
De su ex novio, el golpeador,  refirió haberlo superado y que eso quedó había quedado en el olvido.

Entendí que Rosario logró unir las piezas de su corazón destrozado solo para hacerlo más fuerte.


Don Lázaro.

A la hora dela salida de la secundaria lo primero que nos encontrábamos cruzando la puerta, era el carrito de jugos de naranja de Don Lázaro; Él era un hombre de la tercera edad, de inseparables botas tamaulipecas rotas de las suelas  y de sombrero texano  perforado también por el tiempo.

Su carrito de jugos estaba hecho de madera y lucía destartalado; el letrero de su negocio era un juego de tablitas con letras pintadas en cada una de ellas, de tal manera que unidas entre sí se podía leer: "RICOS GUJOS DE NARANJA".

-"Ricos gujos de naranja"...¡Ja ja ja...! ¿Ya vieron eso? ¡Ricos jugos de naranja! ¡ja ja ja! - Se burló nuestro amigo Mauricio señalando el pequeño error-

-Ay sí, mucha pinche risa... " Ricos gujos de naranja"... ¡Pero bien que le entienden, pinches escuincles pendejos! - Contestó Don Lázaro, que a la distancia había escuchado a Mauricio, y la agarró parejo con todos en ese momento.
Mauricio paró de reír y de camino a nuestras casas, con vergüenza tuvo que soportar las burlas y el linchamiento amistoso.

Al día siguiente, y ya de manera seria, platicamos lo ocurrido. En general nos sentíamos apenados y nos propusimos ayudar de alguna manera a Don Lázaro: En el taller de estructura metálicas soldamos pedazos de solera para hacer un marco, del taller de carpintería obtuvimos una tabla para colocarla en el marco, y finalmente fuimos al salón de Artes Plásticas para hacer el diseño de un nuevo letrero que decía: "LOS RICOS JUGOS DE NARANJA DE DON LÁZARO". Adicional a eso, se realizó una pequeña cooperación de dinero con la finalidad de de entregársela al agraviado -pretendíamos recomendarle que usara ese pequeño recurso para la compra de un calzado nuevo-.

A la hora de la salida nos topamos con Don Lazaro y su carrito. Ángeles tomó la palabra y le dijo:
-Señor: Le ofrecemos disculpas por lo sucedido ayer, en verdad no fue intención de nadie hacer que usted se sintiera mal. Los muchacho hicieron este letrero para su carrito, esperamos que le guste porque lo hicieron de corazón-

Ángeles tomó un poco de aire -por aquello de los nervios- y prosiguió:
-Aparte y sin que se ofenda, nos cooperamos para darle un dinerito, no es mucho pero queremos ayudarle para que se compre una botas nuevas, algunos sabemos lo difícil que es caminar tanto con los zapatos rotos- Concluyó-.

Don Lázaro trató de darse un tiempo para mirarnos fijamente a los ojos de cada uno de nosotros y con su voz tranquila nos respondió:

-Miren escuincles, nadie es perfecto y de repente la regamos bien feo. Yo no fui a la escuela y lo poco que sé leer es por lo que me enseñó mi difunta esposa; de ella fue la idea de las tablitas con las letras, ella me acomodaba todo en el puesto y así anduvimos para arriba y para abajo hasta que a mi esposa se la llevo la diabetes...Ahora yo solito y tan sonso que soy, a veces no me acuerdo si va primero una letra o va la otra...o también es por la edad...Pero no pasa nada, ustedes no se preocupen, yo a mis tablitas no las cambio, y hasta que ya no pueda o el Señor me llame, así se queda mi letrero...Y de mis botas rotas, no se fijen ¡Sí tengo como diez pares nuevas en la casa! Lo que pasa es que estas son un regalito de mi hija, la que se fue para los Estados Unidos, ella me las mando hace un chorro de años ¡Y me va a traer más! nomas que no ha podido venir, pero luego en sus cartas me dice que vendrá un día de estos...Así que no puedo recibir su dinero...Yo a ustedes los veo a diario, y luego, luego uno se da cuenta de qué chamaco no almorzó, a quién no le dieron para gastar, a qué escuincle no le dieron para sus pasajes y ahí andan en el sol, quién sabe hasta dónde caminando, porque no hay dinero en sus casas...No me lo tomen a mal, pero no muchachos, gracias.- Nos terminó diciendo-

Don Lázaro sacó del carrito su costal de naranjas y las comenzó a repartir aventándolas a los presentes:
-Ora, ahí les va pa´la calor. La casa invita, ¡pero nada más hoy! ¡Y ya váyanse para sus casas chamacos carajos! ¡Orale!

Entendí que la entereza puede prevalecer a pesar de las piezas fragmentadas o rotas; y que cuando tiramos o logramos unir todo aquello que se rompe, que se fractura o que se estrella, formamos en el alma cicatrices que nos permiten continuar avanzando en el camino sin mayor demora.