El traqueteo de la camilla y el rechinido de sus ruedas oxidadas me despiertan. Pasan de las dos de la mañana...son imponentes el silencio y el frío del pasillo tan largo que me conduce hacia la sala de rayos X de este hospital.
Han pasado diez horas desde que me accidenté de gravedad la mano izquierda ¿Quien lo pensaría? Un domingo cualquiera ¡Y me sucede esto! Pero ya esta, los accidentes ocurren y de sobra está decir que este - como todos los demás- bien pudieron prevenirse y evitado.
Charles Chaplin dijo: "La vida es una tragedia cuando la vemos de cerca y una comedia cuando la vemos de lejos".
De regreso a la sala de urgencias uno puede apreciar que incluso en este nivel de situaciones las cosas siempre pueden ser peores: Me encuentro con casos de niños con quemaduras de tercer grado, jóvenes con múltiples fracturas expuestas o embarazos de alto riesgo en donde madre e hijo se debaten entre la vida y la muerte; algunos casos inconcebibles y otros desgarradores; de tal manera que hasta ese entonces me doy cuenta del valor que guarda la profesión tan humana y heroica de los médicos y enfermeras.
De regreso a la sala de urgencias uno puede apreciar que incluso en este nivel de situaciones las cosas siempre pueden ser peores: Me encuentro con casos de niños con quemaduras de tercer grado, jóvenes con múltiples fracturas expuestas o embarazos de alto riesgo en donde madre e hijo se debaten entre la vida y la muerte; algunos casos inconcebibles y otros desgarradores; de tal manera que hasta ese entonces me doy cuenta del valor que guarda la profesión tan humana y heroica de los médicos y enfermeras.
No se trata solamente de curar las heridas expuestas, se trata también de la envidiable misión de proporcionarle alivio y consuelo al alma. Esto es levantar al caído, cuidarlo, protegerlo, reanimarlo, y una vez sanado a la vida devolverlo.
Creo que pocos uniformes van de acuerdo a la profesión que se desempeña y en este caso la pulcritud y la pureza del color blanco están totalmente acordes a los ideales y a la labor que realizan.
Los médicos y enfermeras de la sala de urgencias están al pendiente de todos los internos. Hoscos o amables -no importa- constantemente nos revisan y nos preguntan cómo nos sentimos, de repente todo se hace más tolerable: El dolor, el tiempo, el olor a antisépticos, las férulas y los vendajes.
Internos y familiares; médicos y enfermeras; cada uno a su manera suplicamos con mucha fe -al Creador, al universo o a su Santo- que nos permita salir de aquí con bien.
Estoy con mi mano herida tendido en la camilla esperando a que llegue el momento de mi cirugía, y sin embargo, de manera súbita y contrastante tengo un presentimiento de bienestar y de seguridad... encuentro un oasis, un lugar de donde sujetarse... En estos tiempos tan críticos y carentes de valores, el encontrar a un grupo de personas que en su mayoría dan lo mejor de si mismos; que luchan diariamente para curar o salvar la vida a sus semejantes; es una bocanada de aire fresco, un revulsivo al fatalismo de las noticias cotidianas y finalmente es un duro revés para los necios que solo difunden calamidades.
Frente a mis ojos, las camillas con pacientes van y vienen. Se escuchan las ambulancias entrar y salir constantemente; este trajinar solamente se detiene por escasos minutos cuando se da el cambio de turno, después de eso los milagros en este lugar continúan y no se detienen: Por un lado carne, huesos y sangre que se aferran a la vida; y por el otro lado las almas sanadas que renacerán como el ave Fénix.